Ame a las personas con las que está clavado (parte1)
Un corazón que perdona
Mi primera mascota la recibí como un regalo de navidad en mi niñez . En alguna parte tengo un retrato de una perrita dogo china color castaño y blanco, chiquita como para caber en la mano de mi padre, y encantadora como para robarse mi corazón de ocho años. Le pusimos por nombre Liz.
La cargué todo el día. Sus orejas caídas me fascinaban, y su nariz chata me intrigaba. Incluso la llevé conmigo a la cama. ¿Y qué si ella apestaba a perra? Pensaba que el olor era encantador. ¿Y qué si aúlla y lloriquea? Pensé que los ruidos eran encantadores. ¿Y qué si hacía sus necesidades sobre mi almohada? No puedo decir que eso me pareció encantador, pero sí que no me importaba.
Mamá y papá habían dicho muy claramente en nuestro acuerdo prenupcial que yo iba a cuidar a Liz, y acepté muy contento. Limpiaba su diminuto plato y abría una lata de comida para perros. El mismo instante en que ella lamía el agua, volvía a rellenar el plato de agua. Mantenía su pelambre bien peinado y su cola meneando.
A los pocos días, mis sentimientos cambiaron un poco. Liz era todavía mi perra, y yo todavía era su amigo, pero ya estaba harto de sus ladridos, y ella parecía estar siempre con mucha hambre. Más de una vez mis padres tuvieron que recordarme: «Cuídala. Es tu perra». No me gustaba oír esas palabras: tu perra . No me hubiera importado oír: «la perra con la que juegas», o «tu perra cuando la quieres», o incluso: «tu perra cuando se porta bien». Pero esas no eran las palabras de mis padres. Decían: «Liz es tu perra ».Punto y aparte. En salud y enfermedad. En pobreza y en riqueza. Cuando estaba limpia y cuando hacía de las suyas.
Entonces me vino la idea: Estoy clavado con Liz . El cortejo se había acabado, al igual que la luna de miel. Estábamos metidos mutuamente en el mismo bozal.Liz pasó de ser una opción a ser una obligación, de ser una mascota a ser un quehacer, de alguien con quien jugar a alguien a quien cuidar.
Tal vez usted puede entenderlo. Lo más probable es que conozca la claustrofobia que viene con el compromiso. Solo que en lugar de que se le recuerde: «Es tu perra», lo que le dicen es: «Es tu esposo», o «es tu esposa», o «es tu hijo, padre, empleado, jefe o compañero de habitación», o cualquier otra relación que requiere lealtad para sobrevivir.
Tal permanencia puede conducir al pánico; por lo menos así ocurrió conmigo. Tuve que contestar algunas preguntas duras. ¿Puedo tolerar la misma cara con nariz chata, peluda y con hambre todas las mañanas? (Ustedes, esposas, ¿saben a qué me refiero?) ¿Me va a seguir ladrando hasta que me muera? (¿Algún hijo o hija entiende esto?) ¿Aprenderá ella alguna vez a limpiar su propio desorden? (¿Oigo un «amén» de algunos padres?)
CLAVADITIS
Estas son las preguntas que nos hacemos cuando nos sentimos clavados con alguien. Hay una palabra para especificar esta condición. Al consultar el diccionario médico de una sola palabra (que escribí el día anterior al de este capítulo), descubrí que esta dolencia común se llama clavaditis . ( Clavado quiere decir que usted está «atrapado». Itis es un sufijo que usted añade a cualquier palabra que quiere que suene impresionante.Léala en voz alta: clavaditis .) El Manual de Max de Términos Médicos dice lo siguiente respecto a esta condición:
Los ataques de clavaditis se limitan a las personas que respiran, y típicamente ocurren en algún momento entre el nacimiento y la muerte. La clavaditis se manifiesta en irritabilidad, perder los estribos, y en querer hacer una montaña de un grano de arena.El síntoma común de las víctimas de clavaditis es la repetición de preguntas que comienzan con quién, qué y por qué . ¿ Quién es esta persona? ¿ Qué es lo que estaba pensando yo? ¿ Por qué no le hice caso a mi madre?
Este prestigioso manual identifica tres maneras para hacer frente a la clavaditis: huir, luchar o perdonar. Algunos optan por huir: salirse de la relación y empezar de nuevo en alguna otra parte, aun cuando con frecuencia se sorprenden al ver que la condición aflora igual al otro lado de la cerca. Otros luchan. Los hogares se convierten en zonas de combate, las oficinas en cuadriláteros de boxeo y la tensión llega a ser una forma de vivir.
Unos pocos, sin embargo, descubren otro tratamiento: el perdón. Mi manual no tiene modelo respecto a cómo ocurre el perdón, pero la Biblia sí. Jesús sabía lo que se siente al estar clavado con alguien. Por tres años anduvo con el mismo grupo. En todas partes y a todo momento veía a la misma docena o algo así de caras, a la mesa, en la fogata por la noche, a toda hora. Viajaban en el mismo barco, y andaban por los mismos caminos, visitaban las mismas casas, y me pregunto, ¿cómo pudo Jesús ser tan devoto para sus hombres? No solo tuvo que soportar sus visibles extravagancias, sino que tuvo que soportar sus necedades invisibles. Piénselo. Podía oír los pensamientos que ellos no expresaban verbalmente. Sabía de sus dudas más íntimas; y no solo esto, sabía de sus dudas futuras.
¿Qué tal si usted supiera todas las faltas que sus seres queridos han cometido y todas las faltas que aún cometerán? ¿Qué tal si usted supiera todo lo que piensan en cuanto a usted, toda irritación, toda cosa que no gusta, toda traición?
¿Fue duro para Jesús amar a Pedro, sabiendo que Pedro en un momento lanzaría maldiciones contra él? ¿Fue duro confiar en Tomás, sabiendo que un día pondría en tela de duda la resurrección de Jesús? ¿Cómo resistió Jesús el impulso de reclutar un nuevo grupo de seguidores? Juan quería destruir al enemigo. Pedro cercenó la oreja de otro. Pocos días antes de la muerte de Jesús sus discípulos discutían cuál de ellos era el mejor. ¿Cómo pudo Él amar a gente que era difícil de hacerse agradar?
Pocas situaciones impulsan al pánico como sentirse atrapado en alguna relación. Una cosa es estar clavado con un cachorro, pero algo completamente diferente es estar atrapado en el matrimonio. Podemos burlarnos de términos risibles como clavaditis , pero para muchos esto no es asunto de risa.¿Cómo pudo Jesús amar a sus discípulos? lo descubriremos en la segunda parte de este escrito.
Max Lucado Como Jesús