a veces Dios se preocupa de nimiedades

nimiedades

Max Lucado «El trueno apacible»

A todos les gusta  lo que Deborah Ricketts hace. Pero a nadie le gusta mientras lo hace. Todos aman el producto, pero nadie disfruta del proceso.

Ella es una investigadora independiente para la industria cinematográfica. ¿Quieres que tu película sea exacta? ¿Quiere que tus hechos sean confiables? Manda tu libreto y un cheque a esta ex bibliotecaria y observa cómo empiezan a volar los hechos.

Una película que se ubica en los años treinta, necesita que todo luzca como en los años treinta. No puedes tener a una persona leyendo un periódico que aún no ha aparecido ni a una orquesta tocando una canción que todavía no se ha escrito. Tales errores suelen presentarse.

En la película En busca del arca perdida , el mapa que marcaba la ruta del avión de Indiana Jones lo hacía pasar sobre Tailandia. Problema: La película la ambientaron en el año 1936: Tailandia la llamaron Siam hasta 1939:

En Die Hard II , Bruce Willis hace una llamada telefónica de lo que se supone es un teléfono público en el aeropuerto Dulles en Washington, D.C. Nadie se percató de que en la caseta telefónica se leía Pacific Bell .

Deborah Ricketts vive para encontrar esos errores. Su trabajo es ir y venir a la búsqueda de cosas que no corresponden. Se mete por todos los rincones y escenarios y lo examina todo. Su trabajo es ver las cosas que otros pasan por alto. Escarba por el propio bien de los guionistas. El proceso no es nada agradable, pero el resultado es gratificante.

Algunas veces, también Dios se preocupa de nimiedades. No es que a Él le guste encontrar fallas. Es simplemente que quiere encontrar cualquier cosa que impida nuestro crecimiento. Jesús se define como un buen labrador que corta y poda la vid.

«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado» ( Juan 15:1–3 , RV—1960).

Pareciera que Jesús pronunció estas palabras mientras caminaba desde el aposento alto al huerto de Getsemaní. Quizás vio una vid cerca o creciendo a lo largo de la pared. A lo mejor levantó una parte de la planta y explicó el orden jerárquico en el universo. Dios es el labrador.

Jesús es la vid. Nosotros somos las uvas. En Palestina, las vides crecían en abundancia. Cuidadosamente cultivadas, producían uvas dulces. Pero si se descuidaban, trepaban adondequiera y sobre cualquier cosa. El labrador podaba las vides. ¿Para qué? Para que llevaran más fruto. Dios nos poda. ¿Para qué? Por la misma razón.

«Os he encargado», explica, «que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca» ( Juan 15:16 ).

Un buen labrador hará lo que sea necesario para ayudar a la vid a dar fruto. ¿Cuál es el fruto que Dios quiere? Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (véase Gálatas 5:22– 23 ). Estos son los frutos del Espíritu. Y esto es lo que Dios desea ver en nosotros. Y como un buen labrador, cortará y sacará cualquiera cosa que interfiera con sus deseos.

Un buen entrenador de atletismo mira el rostro de los corredores y dice: «Podemos romper el récord, pero esto nos costará conseguirlo». Y luego plantea su programa de práctica y disciplina.

Un buen editor lee el manuscrito y dice: «Este trabajo tiene potencial, pero necesitamos eliminar esto». Y el escritor gime a medida que se aplica la tinta roja.

Un buen maestro de piano dice: «Creo que llegará a dominar esta obra para la competencia, pero para lograrlo, aquí está nuestro programa de estudio». Y el pianista suspira mientras cumple las horas requeridas.

Deborah Ricketts analiza un manuscrito y dice: «Es bueno, pero aquí hay algunas formas para mejorarlo».

Dios levanta una parte de la vid y dice: «Vosotros podéis producir fruto, pero voy a tener que cortar algunas hojas enfermas». Y aunque el proceso sea doloroso, vemos en el suelo, debajo de nosotros, la cantidad de hojas manchadas que ha cortado. Arrogancia. Ambiciones vanas. Relaciones malas. Oportunidades peligrosas. Venganzas.

¿Entra Dios a la ligera en este proceso? No lo creo. Escuche esta declaración: «Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará»                  ( Juan15:2 ). El verbo «quitar» viene del verbo griego airo . Esta palabra tiene a lo menos dos significados; uno es «quitar» y el otro es «recoger» o «alzar». Considero que ambos significados están presentes aquí. Antes que Dios quite un pámpano que no da frutos, lo alza. Un labrador lo hace. Dedica atención a la rama que no produce frutos para que reciba más sol o tenga más espacio. Las uvas no son como las calabazas. No se desarrollan pegadas al suelo. Crecen mejor cuando cuelgan libremente. Un buen labrador de una vid estirará la rama por los palos donde crece para proporcionarle más aire y sol.

Sin duda has visto labradores re-acomodando una planta y a lo mejor has visto a Dios re-acomodando una vida. ¿Se desarraigó una familia y se llevó a otra ciudad para que aprendiera a confiar en Dios? ¿Es la enfermedad repentina de una persona, antes muy saludable, un recordatorio a confiar en el Labrador? ¿Son los pobres ingresos económicos la manera en que Dios quiso levantarte del suelo del yo y llevarte más cerca de Él? ¿Es la elección de dirigentes con motivos y moralidad cuestionables la vía que Dios utiliza para animar al pueblo a un avivamiento?

Dios hace todo «en el momento preciso», a pesar de que «el hombre no alcanza a comprender en toda su amplitud lo que Dios ha hecho y lo que hará» ( Eclesiastés 3:11 ). (¿Alguien dijo amén?). Dios tiene algo en mente. Él es el labrador ocupado y activo que limpia el terreno y quita las piedras. El que construye el enrejado a las vides y planta las semillas. Inspecciona las plantas y arranca la maleza. Y, lo más importante, Él es bueno. Es el buen labrador que cuida de su vid.

¿Qué tenemos que hacer nosotros? ¿Cuál es nuestra reacción que somos ramas de la vid? ¿Cómo nos comportamos? Una respuesta que se da a menudo en este punto es el imperativo: «¡Produce fruto!» ¿Pero es esa la debida reacción? Contestemos la pregunta en un huerto. Si una rama no da frutos, ¿servirá de ayuda que el labrador le exija producir fruto? O, si tú eres una rama, ¿producirás fruto con sólo que decidas hacerlo? Cierras tus ojos nudosos y haces rechinar tus dientes de madera y te resistes con fuerza hasta que tu corteza se ponga roja. ¿Producirás una uva? No. Por favor, fíjate, la rama no puede dar frutos.

Y tú tampoco. Has tratado. Con ojos decididos y la quijada apretada, lo has intentado. «Hoy voy a ser feliz», dices, con los dientes apretados.O: «Voy a ser paciente. Ahora mismo seré paciente». O: «Está bien. Seré un dador alegre. Alcánceme ese estúpido plato de las ofrendas».O: «Voy a perdonar a ese insoportable aunque me mate». ¿Ves lo que quiero decir? No se puede dar frutos a la fuerza. Por eso, en ninguna parte de este pasaje te dice Jesús que vayas y produzcas fruto.

¿Qué? Así es. En ninguna parte Él te ordena producir fruto. Revisa. Ya lo he hecho. En ninguna parte. Entonces, ¿cuál es la orden que Él nos da? Lee tú mismo Juan 15 :

Seguid unidos a mí (v. 4 ).Un sarmiento no puede dar fruto[ …] si no está unido a la vid (v. 4 ). El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto (v. 5 ). El que no permanece unido a mí, será echado fuera      (v. 6 ). Si permanecéis unidos a mí (v. 7 ). Permaneced, pues, en el amor que os tengo (v. 9 ). Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor (v. 10 ).¿Nuestra tarea? Está claro. Permanecer en la vid. Mientras lo hagamos, produciremos fruto. La vida fluye a través de la vid. La rama no hace nada separada de la vid. Jesús lo dijo: «Sin mí nada podéis hacer»        ( Juan 15:5 ).

Dudo que para un escritor sea fácil someter su trabajo a alguien como Deborah Ricketts. Sabe que ella está a la caza de errores. Pero también sabe que el resultado final será una historia mejor.

Sin duda, no es fácil para nosotros someter nuestras vidas al Labrador. Ahora mismo, algunos de vosotros escucháis el zip-zip-zip de sus tijeretazos. Duele. Pero anímate. Cuando todo termine, serás mejor.

Además, ¿no te alegra que Él piense que vale la pena el esfuerzo?

Yo soy aquel que dijo el profeta Isaías: «Se oye la voz de alguien que grita en el desierto: “¡Abrid un camino recto para el Señor!”» Juan 1:23

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