Glorifica a Dios con tu boca
Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar:
—¡Silencio! ¡Cálmate!
El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo
—¿Por qué tienen tanto miedo? —dijo a sus discípulos—. ¿Todavía no tienen fe? Marcos 4:39-40
Jesús calmo la tormenta pero reprendió a los discípulos por su falta de fe.
¿Por qué lo hizo?
Para nuestro futuro es vital que oremos en la fe, la cual es confianza en Dios. Si Jesús nos permitiera estar temerosos y continuara calmado todas de nuestra vida, sin corregirnos, jamás aprendiéramos a pasar al otro lado.
Algo que tiene que cambiar es nuestra reacción ante las tormentas de la vida. Es cierto que debemos crecer en autocontrol y disciplina de la boca. Como ya lo hemos notado, no podemos “domar la lengua” sin la ayuda de Dios , pero Él tampoco hará todo por nosotros.
¡Aguante la ayuda viene en camino!
Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Hebreos 10.23
No es suficiente ser positivos y hablar con fe cuando todas nuestras circunstancias son positivas.
Es tiempo de pasar al otro lado, de ir hacia arriba.
Es tiempo de mantener nuestra profesión o confesión de fe (Hebreos 10:23) y sacudirnos de las tormentas sabiendo que Dios lo ve todo, incluyendo esas tormentas. Como Él es fiel podemos tomarnos de su mano y estar seguros de que no nos dejará hundir.
De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? (Santiago 3:10-11)
Debemos esforzarnos por eliminar “la doble manera de hablar” diciendo una cosa en los buenos momentos y otra en los malos.Debemos esforzarnos por no ser fuentes de las que sale agua dulces los momentos dulces, y amarga en los momentos amargos.
Jesús estuvo sometido a las mismas presiones y tentaciones nuestras, y sin embargo siempre fue el mismo (Hebreos 13:8). Tuvo que disciplinar su boca, su conversación, durante las tormentas de la vida , y nosotros debemos seguir su ejemplo.
Controlar nuestra lengua debe ser nuestra meta. Esto es signo de madurez y una manera de glorificar a Dios.
Necesitamos un freno en la boca, pero no nos será impuesto debemos elegirlo voluntariamente. El Espíritu Santo desempeña la función de este freno si escogemos ser dirigidos y guiados por Él. Cuando empezamos a decir cosas incorrectas, lo sentiremos procurando dirigirnos en la dirección correcta. Él siempre esta obrando en nuestras vidas, esforzándose por mantenernos libres de problemas. Debemos tener gran aprecio por su ministerio.
No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.» (Salmo 32:9)
Si el caballo no obedece el tirón o la presión de la brida y del freno que hay en su boca, siente dolor.
En realidad ocurre lo mismo con nosotros y nuestra relación con el Espíritu Santo. Él es nuestra vida y nuestro freno en la boca. Él debe controlar las riendas de nuestra vida. Si aceptamos y seguimos su control y dirección llegaremos al lugar correcto y nos mantendremos alejados de los lugares equivocados. Pero si no lo seguimos sentiremos mucho dolor al final.
Joyce Meyer (Esta boca mía)