Guarda lo que es más precioso
Se nos dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4;23)
¡No hay nada más importante que guardar, vigilar y proteger! Cuando considero estás palabras, pienso en la manera en que los hombres protegen artículos de valor. Todos hemos visto gemas en exhibición bajo el abrigo de un vidrio irrompible. Descansan en un ambiente controlado, sensible a cualquier cambio de peso temperatura en el que la infracción más leve hará sonar alarmas y cerrará las puertas. Hay rayos láser que si son perturbados de inmediato convocan hombres armados a la invasión. Se les paga a guardias de seguridad que vigilen estos artículos veinticuatro horas del día los siete días de las emana . Múltiples miles de dólares en guarda y proteger… ¡una piedra!
Dios nos dice que la posesión más valiosa sobre la tierra es nuestro corazón , no las piedras. No obstante, entregamos nuestro corazón por cosas que no producen ganancias, sino que incluso lo dañan. Vemos y leemos casi cualquier cosa mientras no contenga demasiadas palabras altisonantes o desnudos.
Fallamos en reconocer que el espíritu del mundo está en enemistad con el Espirítu de Dios. Sin embargo, en esto , los hombres de este mundo son mucho más astutos, porque guardan diligentemente lo que más valoran: mientras que los creyentes son descuidados, ya que andan por la vida sin lograr guardar su corazón de las codicias y de los deseos que roban el hambre del único que los puede satisfacer verdaderamente.
Veo frecuentemente. He visto cómo el Señor ha avivado hasta las llamas a la que alguna vez fue una pequeña llama a punto de apagarse en muchos. En las iglesias y en congresos o convenciones , repetidas veces me dicen que no se habían dado cuenta de lo lejos que habían caído, hasta que la llama fue reavivada y su deseo de buscarlo fue reencedido . Se dan cuenta que no guardaron su corazón y que perdieron el apetito que acompaña a un corazón saludable.
El Señor “sacia el alma menesterosa, llena de bien el alma hambrienta” (Salmo 107:9) Él está esperando satisfacernos. No obstante, su bien no nos va a satisfacer si ya estamos llenos de otras cosas. Mantengamos nuestro corazón hambriento y no tomemos a la ligera su llamado sobre nosotros.¡Porque cuando nos acerquemos, Él ha prometido acercarse a nosotros!
Acércate a Él (Una vida de intimidad con Dios)
John Bevere